El pergamino número ocho
Hoy multiplicaré mi valor en un ciento por ciento.
Una hoja de morera tocada por el genio del hombre se
convierte en seda. Un campo de arcilla tocado por el genio del hombre se
convierte en un castillo. Un ciprés tocado por el genio del hombre se convierte
en un santuario. Un vellón de lana tocado por el genio del hombre se convierte
en un manto para un rey. Y si es posible que las hojas y la arcilla y la madera
y la lana multipliquen su valor en un ciento por ciento, qué digo, en un mil
por el hombre, ¿no puedo hacer lo mismo con la arcilla que lleva mi nombre?
Hoy multiplicaré mi valor en un ciento por ciento.
Soy como el grano de trigo a quien le confrontan tres
futuros. El trigo puede ser puesto en una bolsa y arrojado en un chiquero para
alimentar a los puercos. O puede molerse y convertirse en harina y luego en
pan. O puede sembrarse en la tierra para que crezca hasta que sus espigas de
oro produzcan mil granos de uno. Soy como un grano de trigo, con una diferencia
– el trigo no puede escoger ser de alimento para los puercos, molido para el
pan, o plantado para que se multiplique. Yo tengo la facultad de elección y no
permitiré que mi vida sea alimento de los puercos ni dejaré que sea molida bajo
las piedras del fracaso y la desesperación, y así quebrantado, ser devorado por
la voluntad de otros.
Hoy multiplicaré mi valor en un ciento por ciento.
Para que crezca y se multiplique es necesario plantar el
grano de trigo en la oscuridad de la tierra. Y mi fracaso, mi desesperación, mi
ignorancia y mis inhabilidades son la oscuridad en la cual he sido plantado a
fin de madurar. Ahora, como el grano de trigo que brotará y fructificará solo
si es nutrido por la lluvia y el sol y los vientos tibios, yo también debo
nutrir mi cuerpo y mi mente para cumplir mis sueños. Pero para crecer hasta
llegar a su plenitud el trigo debe esperar los caprichos de la naturaleza. Pero
yo no necesito esperar porque tengo el poder para escoger mi propio destino.
Hoy multiplicaré mi valor en un ciento por ciento.
¿Y cómo lograré esto? Primeramente fijaré metas pequeñas y
conseguiré su realización. Al principio trazaré los planes para el día, la
semana, el mes, el año y mi vida. Así como la lluvia debe caer antes de que el
grano de trigo rompa su cáscara y germine, así yo también debo tener metas y
objetivos para que mi vida cristalice.
Al fijarme metas recordaré mis mejores trabajos del pasado y
los multiplicaré en un ciento por ciento.
Este será el nivel según el cual viviré en el futuro. Nunca
me preocuparé de que mis metas sean demasiado elevadas, puesto que ¿no es mejor
acaso apuntar mi lanza a la luna y herir solo a un águila que apuntar mi lanza
al águila y pegarle solo a una roca?
Hoy multiplicaré mi valor en un ciento por ciento.
La magnitud de mis metas no me asombrará aunque quizá
tropiece antes de alcanzarlas. Si tropiezo me levantaré de nuevo y mis caídas
no me preocuparán porque todos los hombres deben de tropezar con frecuencia
antes de llegar a su hogar. Sólo el gusano está libre de la preocupación de
tropezar. Y yo no soy gusano. No soy una cebolla tampoco. No soy una oveja. Soy
hombre. Que otros construyan una cueva con su arcilla. Por mi parte construiré
un castillo con la mía.
Hoy multiplicaré mi valor en un ciento por ciento.
Y así como el sol debe calentar la tierra a fin de producir
la plantita de trigo, así también las palabras de estos pergaminos calentarán
mi vida y convertirán mis sueños en realidad. Hoy una acción será igual a la
decena de las de ayer.
Subiré a la montaña de hoy con toda la habilidad que tengo,
y sin embargo mañana subiré más alto que hoy, y el día siguiente más alto que
ayer. El sobrepasar los hechos de los otros carece de importancia; el
sobrepasar mis propios hechos es lo que significa todo.
Hoy multiplicaré mi valor en un ciento por ciento.
Y así como el viento caliente hace madurar el trigo, los
mismos vientos llevarán mi voz a aquellos que me escucharán y mis palabras les
anunciarán mis metas. Una vez pronunciado, no me atrevo a revocar lo que he
dicho por temor a la humillación. Seré como mi propio profeta, y aunque todos
se rían de mis declaraciones, oirán mis planes, conocerán mis sueños. Y de esta
manera no habrá escape para mí hasta que mis palabras se conviertan en hechos
realizados.
Hoy multiplicaré mi valor en un ciento por ciento.
No cometeré el terrible crimen de apuntar demasiado bajo.
Realizaré la labor que un fracasado no realizará. Siempre extenderé mi brazo
más allá de lo que está a mi alcance. No quedaré nunca contento con mi
actuación en el mercado. Siempre ampliaré mis metas tan pronto como las haya
alcanzado. Procuraré siempre hacer que la próxima hora sea mejor que ésta.
Proclamaré siempre mis metas al mundo.
Y sin embargo, nunca proclamaré mis éxitos. Que el mundo en
cambio se me acerque con alabanza y que tenga yo la sabiduría de recibirlo con
humildad.
Hoy multiplicaré mi valor en un ciento por ciento.
Un grano de trigo cuando se multiplica en un ciento por
ciento producirá cien tallos. Multiplique éstos en un ciento por ciento, diez
veces, y alimentarán a todas las ciudades del mundo. ¿No soy yo más que un
grano de trigo?
Hoy multiplicaré mi valor en un ciento por ciento.
Y cuando haya realizado esto, lo repetiré de nuevo, y de
nuevo, y se producirá el asombro a la maravilla ante mi grandeza, en
circunstancias que las palabras de estos pergaminos se cumplen en mí.
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